Estimado viajero que llegas a este sitio. Encontrás aqui la totalidad de los mensajes que el Papa Juan Pablo II nos regalo en sus visitas a la Argentina. Además de sus audios (casi todos completos), fotos y material periodístico de aquellos años que registraron sus visitas. Aún no hemos terminado de transcribir todas las notas periodisticas que poseemos, por eso le recomendamos regresar en unos días para ver las novedades. Alentamos también a quienes tengan material de las visitas del Papa a que hagan lo mismo confeccionando sitios en que se recuerden permenentemente sus palabras.

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Reportaje a Juan Pablo II

Las respuestas del Santo Padre a los grandes temas del catolicismo argentino (*).

Por: Luis Eduardo Luchía-Puig

Fuente: Juan Pablo II entre nosotros - Libro de Oro de una visita Inolvidable - Edición Extraordinaria revista Esquiú. Abril 1987 páginas 8 a 12.



ESQUIÚ: -Santo Padre, es la segunda vez que pisa suelo argentino. ¿Podría definir el sentido de su presencia entre nosotros?
Juan Pablo II: -
Vine aquí por primera vez en junio de 1982, en momentos particularmente difíciles para vuestra nación, como mensajero de la paz de Cristo. Vuelvo ahora de nuevo en visita pastoral para seguir cumpliendo la misión, que el Señor me ha encomendado, de evangelizar y ser Maestro de la fe, ejerciendo a la vez, como Sucesor de Pedro, el ministerio de confirmar a mis hermanos.

ESQUIÚ: - ¿Qué le ha parecido la recepción del pueblo argentino?
Juan Pablo II: -
En el camino de venida hacia aquí, he podido comprobar el fervor y el entusiasmo de este gran pueblo argentino. Ciertamente, si mantenéis tal afecto hacia el Papa, no es tanto por mi persona, cuanto por nuestro Señor Jesucristo que, en sus divinos designios, me ha elegido como pastor universal de la Iglesia.
Espero muchos frutos de esta peregrinación apostólica. Frutos de renovación espiritual, de fidelidad a la Iglesia, de servicio a los hermanos. Ya desde ahora os exhorto, queridos fieles de toda la Argentina, a reavivar en vosotros “la fe que actúa por la caridad”.

ESQUIÚ: -Además de los motivos pastorales, este viaje tiene una justificación especial: celebrar entre nosotros el triunfo de la paz.
Juan Pablo II:
-Vengo esta vez en tiempos de paz, con el deseo de conmemorar la feliz conclusión de la Mediación Papal entre los pueblos hermanos de Argentina y Chile en el diferendo sobre la zona austral.
Ambos países han demostrado ante el mundo que, sobre la base de sus comunes raíces históricas, culturales y cristianas, y merced a la voluntad de concordia de sus gobernantes e instituciones, es posible construir una paz honrosa, sólida y justa. Mi presencia, ahora, en el Cono Sur del Continente americano mira también a consolidar ulteriormente los lazos de la fraternidad entre los pueblos que componen la gran familia latinoamericana.

ESQUIÚ: -¿Qué les dijo a las autoridades y a los políticos reunidos para escucharle en la Casa Rosada?
Juan Pablo II:
-Ante quienes rigen los destinos del país y están dedicados de lleno a la actividad política, judicial y administrativa, quisiera atestiguar que la Iglesia tiene en gran aprecio tan importante tarea.
Es un arte difícil y nobilísimo. Esta dignidad del quehacer político se pone de relieve por sí sola; basta considerar su finalidad propia, esto es, servir al hombre y a la comunidad, y promover sin cesar sus derechos y legítimas aspiraciones. De aquí se sigue la preeminencia de los valores morales y de la dimensión ética, que ha de ser salvaguardada, no obstante las contingencias del obrar humano o de los intereses contrapuestos.

ESQUIÚ: -¿Y respecto al deber del Estado de velar por la moralidad pública?
Juan Pablo II:
-Dentro de ese amplio marco de condiciones que configuran el bien común de la sociedad civil, corresponde ciertamente al Estado prestar una particular atención a la moralidad pública, a través de oportunas disposiciones legislativas, administrativas y judiciales, que aseguren un ambiente social de respeto de las normas éticas, sin las cuales es imposible una digna convivencia humana. Es ésta una tarea particularmente urgente en la sociedad contemporánea, ya que se ve afectada en lo vivo por una grave crisis de valores que repercute negativamente en amplios sectores de la vida personal y de la misma sociedad.

ESQUIÚ: -¿Hizo un llamado a la participación en la vida pública?
Juan Pablo II:
-El pleno restablecimiento de las instituciones democráticas constituye un momento privilegiado para que los argentinos sean cada vez más consientes de que todos están llamados a participar responsablemente en la vida pública, cada uno desde su propio puesto. Ejerciendo sus derechos y cumpliendo sus deberes cívicos, contribuirán decisivamente al bien común del país. ¡Ojalá se alcance de este modo un renovado sentido de la fraternidad social como corresponde a miembros vivos de esta gran comunidad que es la patria argentina!
En estos momentos de especial relevancia para el futuro del país, tenéis suficientes motivos que inducen a mirar al porvenir con esperanza: tenéis la pujanza de una nación joven, que, ha acumulado múltiples y ricas experiencias históricas.

ESQUIÚ: -¿Cuáles son las claves para promover la paz?
Juan Pablo II: -
El clima de paz verdadera entre las naciones no consiste en la simple ausencia de enfrentamientos bélicos, sino en una voluntad consciente y efectiva de buscar el bien de todos los pueblos, de manera que cada Estado, al definir su política exterior piense sobre todo en una contribución específica al bien común internacional. Por esta razón, con motivo de la Jornada Mundial de la Paz del presente año, he propuesto el lema. “Desarrollo y solidaridad dos claves para la paz”.
Los viejos egoísmos nacionales o regionales y el subdesarrollo económico o cultural, representan en verdad dos grandes amenazas para la paz, estrechamente relacionadas entre sí. Ambas solo pueden ser combatidas y superadas a la vez, de modo que el desarrollo se transforme en oferta fraternalmente solidaria.

ESQUIÚ: -¿De qué modo la deuda externa pone en peligro la convivencia pacífica?
Juan Pablo II: -
La Comisión Pontificia Iustitia et Pax, en un documento reciente, ha llamado la atención de la comunidad internacional sobre un problema que refleja la urgencia y, al mismo tiempo, la radicalidad de esas amenazas a la paz: la deuda exterior de muchos países en desarrollo. Es necesario un enjuiciamiento ético del endeudamiento internacional, que proponga de relieve las responsabilidades de todas las partes y la profunda interdependencia mundial del progreso de la humanidad. Si no se logra alcanzar un desarrollo armonioso y adecuado para todas las naciones, solidariamente compartido, no se podrán sentar las bases de una paz sólida y duradera.

Celo Evangelizador

ESQUIÚ: -¿Cómo evangelizar a quienes todavía no conocen a Cristo o tienen una imagen deformada de su Iglesia?
Juan Pablo II: -
El verdadero celo evangelizador se compadece sobre todo de la situación de necesidad espiritual –a veces extrema- en la que se debaten tantos hombres y mujeres. Pensad en cuántos todavía no conocen a Cristo, o bien tienen una imagen deformada de él, o han abandonado su seguimiento, buscando el propio bienestar en los atractivos de la sociedad secularizada o a través del odioso enfrentamiento de las luchas ideológicas.
Ante esa pobreza del espíritu, el cristiano no puede permanecer pasivo ha de orar, dar testimonio de su fe en todo momento, y hablar de Cristo, su gran amor, con valentía y caridad. Y debe procurar que esos hermanos se acerquen o retornen al Señor y a su cuerpo místico, que es la Iglesia, mediante una profunda y gozosa conversión de sus vidas, que dé sentido y valor de eternidad a todo su caminar terreno.

ESQUIÚ: -¿Qué hacer para combatir la ignorancia religiosa?
Juan Pablo II:
-La identidad cristiana exige el esfuerzo constante por formarse cada vez mejor, pues la ignorancia es el peor enemigo de nuestra fe.. ¿Quién podrá decir que ama de verdad a Cristo, si no pone empeño por conocerlo mejor? Amados hermanos, no abandonéis la lectura asidua de la Sagrada Escritura, profundizad constantemente en las verdades de nuestra fe, acudid con ilusión a la catequesis que, si es imprescindible para los más jóvenes, no es menos necesaria para los mayores. ¿Cómo podréis transmitir la Palabra de Dios si vosotros mismos no la conocéis de un modo profundo y vivaz?
¡Formación y espiritualidad! Un binomio inseparable para quien aspire a conducir una vida cristiana verdaderamente comprometida en la edificación y en la construcción de una sociedad más justa y fraterna.

ESQUIÚ: -¿Cómo lograr la solución de los conflictos?
Juan Pablo II: -
La conflictiva situación en ciertas zonas de América latina, se presta a la demagogia , al alegato estéril, a la recriminación mutua, y a otras actividades que no siempre redundan en soluciones positivas. Urge encontrar la vía para esas soluciones que operen la reconciliación entre las partes enfrentadas, por medio de la tolerancia, el espíritu de diálogo y de entendimiento, en el marco de un sano pluralismo. Con estos mismos propósitos habéis de fomentar en vosotros y en quienes os rodean una verdadera voluntad de auténtica paz, inspirada en los principios cristianos, que no transigen con los abusos o las injusticias, sin jamás optar por la confrontación o la violencia como vía de solución a los conflictos.

ESQUIÚ: -¿Qué papel le corresponde a la familia en el mantenimiento de la paz?
Juan Pablo II:
-En esta transformación de la sociedad, la familia tiene un papel de primer orden. ¿Cómo podría existir paz en una nación, donde las familias estuviesen divididas, y no fuesen capaces de superar los conflictos en esa célula básica de toda convivencia, donde se aceptase la desintegración del matrimonio?

ESQUIÚ: -¿Cuál debe ser nuestra actitud frente al mundo del dolor?
Juan Pablo II:
-Una verdadera comunidad cristiana nunca abandona a los más necesitados y a los más débiles, sino que les brinda un cuidado prioritario. En el espíritu de vuestro pueblo, hay sentimientos de nobleza y solidaridad, arraigados en vuestra fe cristiana continuad trabajando intensamente para que estos sentimientos se conserven y renueven.
Sé que, como fruto de una iniciativa nacida en la ciudad de Córdoba, se creó el primer servicio sacerdotal de urgencia. A través de él, cada noche, sacerdotes y laicos en vigilante espera, se movilizan para atender al llamado de Cristo a través de sus enfermos.

ESQUIÚ: -¿Y frente a los ataques al matrimonio y la familia?
Juan Pablo II: -
No faltan signos de preocupante degradación respecto a algunos valores fundamentales del matrimonio y de la familia. “En la base de estos fenómenos negativos está muchas veces una corrupción de la idea y de la experiencia de la libertad, concebida no como la capacidad de realizar la verdad del proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia, sino como una fuerza autónoma de autoafirmación, no raramente contra los demás, en orden al propio bienestar egoísta”
No existe auténtica libertad cuando ésta se contrapone al amor y a sus exigencias; que no existe verdadero respeto por las personas, si se contradice el designio divino sobre los hombres.

ESQUIÚ: -¿La difusión del divorcio acarrea la disolución de la moralidad pública?
Juan Pablo II: -
Hay quienes se atreven a negar; e incluso a ridiculizar, la idea de un compromiso fiel para toda la vida. Esas personas –podéis estar bien seguros desgraciadamente no saben lo que es amar, quien no se decide a querer para siempre, es difícil que pueda amar de veras un solo día. El amor verdadero –a semejanza de Cristo- supone plena donación, no egoísmo; busca siempre el bien del amado, no la propia satisfacción egoísta.
No admitir que el amor conyugal puede y exige durar hasta la muerte, supone negar la capacidad de auto donación plena y definitiva; equivale a negar lo más profundamente humano: la libertad y la espiritualidad. Pero desconocer esas realidades humanas significa contribuir a socavar los fundamentos de la solidaridad; ¿por qué, en esta hipótesis, se podría continuar exigiendo al hombre la lealtad a la patria, a los compromisos laborales, al cumplimiento de leyes y contratos? Nada tiene de extraño que la difusión del divorcio en una sociedad vaya acompañada de una disminución de la moralidad pública en todos los sectores.

ESQUIÚ: -Nuestro país ha sido un punto convergente para inmigrantes de todo el mundo. ¿Cuál es el pensamiento de la Iglesia sobre el tema?
Juan Pablo II: -
Un país abierto a la inmigración es un país hospitalario y generoso, que se mantiene siempre joven porque, sin perder su identidad, es capaz de renovarse al acoger sucesivas migraciones. Esa renovación en la tradición es precisamente señal de vigor, de lozanía y de un futuro prometedor. La Argentina no ha sido así solamente en el pasado, lo es todavía, y siempre lo debe ser.

ESQUIÚ: -Santo Padre, Usted que ha trabajado como obrero, ¿cuál es su mensaje al mundo laboral?
Juan Pablo II: -
Alguna vez he dicho que aquellos años como obrero, en la cantera de una empresa química, fueron para mi una nueva lección sobre el Evangelio. Es verdad, porque en aquel ambiente, en aquella época de esfuerzo laboral, me fue dado comprobar la profunda relación de solidaridad existente entre el Evangelio y la problemática de la actividad humana en nuestros tiempos. No es una nueva constatación teórica, es una gozosa realidad humana y cristiana que la Iglesia, ya en el umbral del tercer Milenio, tiene la grave responsabilidad de difundir, para que sea conocida y vivida por los hombres y mujeres del mundo laboral. En ese día os animo a que cada uno, cada una, hagáis “el esfuerzo interior del espíritu, con el fin de dar a vuestra labor el significado que tiene a los ojos de Dios”.
Es cierto que el mundo laboral presenta graves motivos de preocupación. Los conozco bien. Pero no es menos cierto que tales motivos no deben llevaros al derrotismo, a la pasividad, a la falta de esperanza. Nuestra fe católica nos da motivos suficientes para no desesperar jamás, por difícil y dura que pueda parecer cualquier situación.

ESQUIÚ: -¿Cuál es el papel del laicado en la nueva evangelización?
Juan Pablo II: -
El camino propio de su actividad evangelizadora es el mundo vasto y complejo de la política, de la vida social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias, de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación social, así como otras realidades abiertas a la evangelización, como el amor, la familia, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento…
A ello os invitan además, de manera apremiante, las necesidades de los tiempos recios que vivimos y os impulsa la acción fecunda e incesante del Espíritu Santo. En efecto, tenéis ante vosotros evidentes muestras de difusión del secularismo que pretende invadirlo todo, a la vez, estáis percibiendo con señales muy claras la creciente hambre de Dios, que sienten en sus entrañas el hombre moderno, sobre todo la generación joven. Desafortunadamente nos siguen azotando los vientos de la violencia, del terrorismo, de la guerra, pero gracias a Dios se va reforzando mas y mas el ansia universal de paz, como lo ha demostrado el encuentro de oración en Asís, hace pocos meses. En medio de esas realidades contrastantes, yo os pido con amor y confianza que sigáis siendo fieles a vuestra misión de apóstoles y testigos, partícipes en la única misión evangelizadora de la Iglesia.

ESQUIÚ: -¿Cuál es la responsabilidad de los empresarios en la construcción de una sociedad más justa y solidaria?
Juan Pablo II: -
Dirigiéndome en una ocasión a hombres y mujeres dedicados a los negocios, a la empresa, a la banca, al comercio, les hacía notar que “el grado de bienestar del que goza hoy la sociedad, sería imposible sin la figura dinámica del empresario, cuya función consiste en organizar el trabajo humano y los medios de producción para dar origen a los bienes y servicios.
De este modo, la empresa no solo acrecienta la riqueza material y es la gran promotora del desarrollo socioeconómico, sino que también es causa de progreso personal que permite crear condiciones de vida más humana.
Por consiguiente, las ganancias no tienen como único objetivo el incremento de capital, sino que han de destinarse también, con sentido social, a la mejora del salario, a los servicios sociales, a la capacitación técnica, a la investigación y a la promoción cultural, por el sendero de la justicia distributiva.
Una empresa respetuosa de estas finalidades sociales exige, evidentemente, un modelo de empresario profundamente humano, consciente de sus deberes, honesto, competente e imbuido de un hondo sentido social que lo haga capaz de rechazar la inclinación hacia el egoísmo, para preferir más la riqueza del amor que el amor a la riqueza.

ESQUIÚ: -Es conocida la preferencia del Papa por los jóvenes y de estos por el Santo Padre. ¿Qué papel les reserva la Iglesia?
Juan Pablo II:
-A vosotros, jóvenes latinoamericanos, quiero recordaros que sois –a la sombra de la cruz de Cristo- protagonistas de una doble esperanza por vuestra juventud, esperanza de la Iglesia, y por ser de Latinoamérica, continente de la esperanza. Y todo ello os confiere una particular responsabilidad, ante la iglesia y ante toda la humanidad. ¡Espero mucho de vosotros!

ESQUIÚ: -¿Cuál es el problema de la humanidad que más le preocupa?
Juan Pablo II:
-Me habéis preguntado cuál es el problema de la humanidad que más me preocupa. Precisamente este: pensar en los hombres que aún no conocen a Cristo, que no han descubierto la gran verdad del amor de Dios. Ver una humanidad que se aleja del Señor, que quiere crecer al margen de Dios o incluso negando su existencia. Una humanidad sin Padre y por consiguiente, sin amor, huérfana y desorientada, capaz de seguir matando a los hombres, que ya no considera como hermanos, y así preparar su propia autodestrucción y aniquilamiento. Por eso, mis queridos jóvenes, quiero de nuevo comprometeros hoy a ser apóstoles de una nueva evangelización para construir la civilización del amor

ESQUIÚ: -¿Cuál es su mensaje al mundo argentino de la cultura?
Juan Pablo II:
-Vuestro país se precia justamente de un rico patrimonio cultural, que puede enorgullecerse de tener tras de si una amplia y variada tradición en las artes figurativas, en la música, en la literatura y una no menor pujanza en las investigaciones científicas. Me complace recordar además algo que es bien conocido por vosotros. La cultura ostenta en América latina, desde sus orígenes, una honda raigambre cristiana, que aquí, en Argentina, ha asumido una peculiar polivalencia, propiciada por el encuentro de razas y pueblos, especialmente europeos. Y a todo esto se unen el empuje y el vigor propios de una Nación joven y creadora.
Sembrad, con la cultura, gérmenes de humanidad, gérmenes que crezcan, se desarrollen y hagan robustecer a las nuevas generaciones. Trabajad con un sentido de trascendencia, porque Dios es la Suma Verdad, la Suma Belleza, el Sumo Bien y con la labor científica y artística, se puede dar gloria al creador y preparar así el encuentro con Dios Salvador.


(*)Aclaración al lector

La idea de este reportaje nació en el vuelo de regreso. Habíamos acompañado como periodistas cada una de las instancias de la misión apostólica que, durante catorce extenuantes días, realizó el Santo Padre por Uruguay, Chile y la Argentina. Pensaba esto cuando faltaban apenas dos horas para aterrizar en el aeropuerto de Roma, el director de Prensa de la Santa Sede –Joaquín Navarro Vals- nos convocó a una improvisada conferencia de prensa con el Papa. Por especial deferencia a los periodistas de los países visitados, tendríamos prioridad para formular preguntas.
Lo estrecho del lugar –la nariz del jumbo de Aerolíneas donde estaban, entre otros miembros del séquito papal, el cardenal Casaroli, monseñor Jorge Mejía y Leonardo Sandri- no facilitó la misión periodística. Entre forcejeos de los camarógrafos de TV y los flashes de reporteros gráficos, solo unas pocas preguntas tuvieron el privilegio de la respuesta del Pontífice.
¿Por qué circunscribir la temática del reportaje a las inquietudes que el Santo Padre pudiera respondernos en ese momento?
Yo había sido, como periodista, un privilegiado testigo de la fecunda siembra realizada por el Santo Padre a través de cincuenta y cuatro mensajes de inapreciable contenido. Con las notas y apuntes tomados en cada oportunidad, me he permitido ofrecer, en forma de entrevista, el riquísimo contenido doctrinal que nos ofreciera en la Argentina. Las preguntas, formuladas para adecuar la presentación del trabajo al estilo más ágil del reportaje, son de mi responsabilidad, así como la necesaria selección de las reflexiones que reproducen, eso si, con exactitud al pensamiento expuesto por el Vicario de Cristo.
Luis Eduardo Luchía-Puig
(Durante el vuelo papal de regreso a Roma. Abril 1987)

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